Lo que os traigo aquí es un suceso que ocurrió el siglo pasado, gracias (o desgracias) al cual la resonancia comenzó a tenerse en cuenta en la arquitectura.
El puente de Tacoma Narrows fue construido en
julio de 1940, y fue en esa época el tercer puente más largo del mundo, con
1600 metros de longitud. Pero tan sólo cuatro meses después, éste se derrumbó
tras una racha de viento de 67 km/h, lo que no es demasiado fuerte, ya que el
puente estaba preparado para resistir vientos de hasta 200 km/h.
El puente estaba
construido con vigas de acero de 2’4 metros de espesor por debajo de la calzada
de hormigón. En un principio las vigas iban a ser de 7’6 metros, pero al elegir
las más delgadas, que también eran más esbeltas, abarataban la construcción.
Pero esta construcción no dejaba pasar el viento a través de la estructura,
sino que lo redirigía por arriba y por abajo. El viento dividido producía unos remolinos llamados vórtices que empujaban al puente por encima y por debajo y lo hacían balancearse (en la imagen vemos esos vórtices).

La resonancia del puente
era de tipo longitudinal, lo que hacía que la carretera se elevase en un lado
mientras descendía en otro, manteniendo el eje central quieto. Un humorista le
puso por eso el apodo de “Galloping Gertie”. Pero a pesar de estas
deformaciones no pensaban que el puente se fuese a derrumbar, debido a la
resistencia de su estructura. Y la resonancia no fue la causa de su
derrumbamiento, sino que fue a causa de una vibración producida por el fenómeno
llamado flameo aeroelástico, que se origina cuando la torsión aumenta el ángulo
entre el viento y el puente hasta el punto en que se pierde la sustentación, es
decir, la amplitud de la oscilación aumentaba tras cada ciclo hasta que los
cables de suspensión no resistieron, y el puente se derrumbó y cayó al agua.
Antes del derrumbamiento del puente, ya se habían producido otras vibraciones, aunque no con tanta fuerza. Ante esto, la gente no se asustaba, sino que se divertía saltando en los bordes del puente. El día en el que finalmente se cayó, los científicos hacían experimentos caminando por el centro del puente para demostrar que este no se movía, sin sospechare que pudiese ser grave. Por suerte, no murió ninguna persona, aunque sí un perro que quedó encerrado en un coche del que su dueño tuvo que salir al no poder avanzar `por la carretera.
Aquí tenéis un vídeo en el que podéis ver el puente de Tacoma Narrows en sus últimos minutos de vida... (no puedo subirlo porque no es de youtube): http://es.wikipedia.org/wiki/Archivo:Tacoma_Narrows_Bridge_destruction.ogg